¡Aquí estoy de nuevo! Siento haber estado desaparecida tantas semanas y encima cuando estoy comenzando a escribir un blog en el que contar mi experiencia. Pero he regresado con ganas de seguir escribiendo con bastante frecuencia cada una de las novedades que van sucediéndose durante esta etapa tan feliz de nuestras vidas.
Novedades sí que ha habido alguna que otra, pero no quiero empezar la construir la casa por el tejado, por lo que continuaré explicando la historia donde la dejamos. Recuerdo que la última vez hablaba de lo difícil que resulta encontrar el momento apropiado a la hora de dar el paso de buscar la llegada de un nuevo miembro a la familia, y más todavía cuando éste sería el primer bebé en llegar a la vida de una pareja. La conclusión creo que fue más que evidente, y es que el momento ideal es el momento que deseemos, ya que de otra manera habría que esperar (¡exagerando!) a que los planetas estén alineados.
Ahora, seguiré la historia a partir de, aproximadamente, Semana Santa de 2015. Poco antes, justo en marzo, cuando me bajó la archiconocida menstruación, decidí dejar de tomar las píldoras anticonceptivas, ya que mi marido y yo teníamos la esperanza de poder empezar con la búsqueda unos meses después y nos habían advertido que desde que dejara de consumirlas hasta que yo recuperara mi fertilidad, podrían transcurrir unos cuantos meses. Por ello, el último blister que teníamos reservado en casa para marzo-abril se ha quedado guardado de manera definitiva.
Así, llegada la Semana Santa decidimos escaparnos a nuestro pueblo y pasar allí unos agradables días con familia y amigos. Precisamente era una pareja de amigos con la que estuvimos hablando del tema "hijos" y él, sin dudarlo, nos dijo algo así como: "El momento nunca llega; simplemente, id a por el bebé cuando vosotros deseéis tenerlo". Al llegar a casa, tanto mi marido como yo coincidimos: nuestro amigo nos había terminado de convencer.
El día 8 de abril tuve la que sería mi última regla. Sin embargo, siendo conscientes de lo casi imposible que nos pintaba todo el mundo que nos quedáramos embarazados de manera más o menos rápida, no nos obsesionamos en absoluto. Por mi parte, yo empecé a consumir Natifar, un complejo que me recetó mi médico que contiene ácido fólico, yodo y vitamina B12 de cara a un futuro embarazo.
Nuestra vida sexual siguió siendo la de una pareja joven normal que vive junta, sin más ni menos frecuencia de lo habitual y sin pensar nunca en un bebé que pudiera nacer con la llegada del 2016 ni mucho menos. Cierto es que mucha gente, incluyendo al propio médico y ginecóloga, nos advirtió que la probabilidad de quedarme embarazada era inversamente proporcional al grado de obsesión que tuviéramos con ser papás. Y lo cierto es que nuestro grado de obsesión era completamente nulo.
Finalizando el mes de abril, yo notaba mi cuerpo diferente; algo estaba cambiando dentro de mí. Se lo comenté a mi marido, naturalmente, y también a la que siempre ha sido y será mi mejor amiga: mi madre. Los dos coincidían que era muy poco probable que una nueva vida estuviera desarrollándose dentro de mí, pero no podrían estar más equivocados...
En la próxima entrada, os explicaré cómo me enteré que estaba embarazada y cómo pude ahorrarme unos cuantos euros con la prueba de embarazo. Esto es algo que, sin duda, lo tendré en cuenta de cara a un futuro más lejano y para recomendárselo a mis conocidos. ¡Hasta pronto!
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