Terminé mi etapa de becaria el 30 de abril, como ya os he contado en otra ocasión. Aprovechando que el día 1 de mayo era festivo, mi marido y yo quisimos pasar esos tres días en los que él tampoco tenía que trabajar en su tierra junto a su familia. Lo cierto es que, a pesar de que los días inmediatamente anteriores los había pasado bastante regular, el fin de semana fue muy normal para mí en lo que a mi organismo se refiere, aunque sí notaba que mi vientre estaba un poco hinchado.
La vuelta a casa transcurrió también con absoluta normalidad, pero el primer lunes del mes de mayo volví a no encontrarme bien del todo. La regla tenía que llegar dos días después, el miércoles, pero yo seguía convencida de que algo no era como siempre. Así, mientras mi marido estaba trabajando, descubrí por Internet (concretamente en Amazon) unos test de embarazo que contaban con comentarios y críticas de los que ya habían recurrido a ellos; todas las valoraciones eran muy positivas y todos coincidían con que los resultados eran 100% fiables. ¿El precio? ¡Tres test por tan solo seis euros! Nada que ver con los que estamos habituados a ver en las farmacias.
Tuve una ocasión de hablar por teléfono con mi marido y él me dijo que los pidiera. Podía ser que justo los recibiera cuando ya hubiera estado menstruando y ya no me hicieran falta, pero tardan prácticamente año y medio en caducar, por lo que no me preocupó en absoluto al confiar en que para entonces ya habría tenido la oportunidad de usar al menos uno de ellos. Pedidos el lunes, el viernes de esa misma semana llegaron, por lo que mi satisfacción con el vendedor era máxima.
Miércoles, jueves... La regla no me bajaba. Si bien había dejado de tomar las píldoras anticonceptivas recientemente y eso podía hacer que mis ciclos fueran irregulares, el anterior me duró alrededor de los 28 días que dice la teoría que tiene que durar. El viernes tampoco llegó. Aquella semana, mi marido estaba trabajando por la tarde y hasta pasada la medianoche no llegaba a casa. Sin embargo, recibí los test de embarazo minutos después de salir él por la puerta y habíamos acordado que los dos estaríamos presentes a la hora de ver el resultado. Y es que siempre hemos tenido claro que, el día en que me quedara embarazada, él se implicaría todo lo que fuera posible en el embarazo para que pudiera disfrutar y sentir de cerca una etapa tan mágica y maravillosa.
Los test de embarazo son más fiables, además de con el paso de los días, cuando se hacen con la primera orina del día; pero, aunque había estado esperando varios días, sabía que no podría dormir esa noche sabiendo que tenía la respuesta al alcance de mi mano. Por ello, hice lo posible por no orinar (algo difícil, ya que había aumentado bastante la frecuencia en que tenía que ir al cuarto de baño, algo que me hacía sospechar aún más de que estaba embarazada) y también evité beber agua para obtener una mayor concentración de la hormona gonadotropina coriónica humana (hCG), que es la que desvela el estado de buena esperanza en los tests.
Llegó mi marido a casa a las 00:25 de la noche. Entonces, procedí a hacerme la tan esperada prueba. Al principio, los dos observamos que una rayita de color rosa intenso aparecía junto a la C ("control"), lo que indica que el test es correcto y nada ha fallado (si no hubiera sido visible, la validez de la prueba habría sido nula). A los pocos segundos, dimos los dos un chillido de alegría al ver que otra rayita, aunque no muy marcada que digamos, surgía junto a la T ("test"), lo que confirmaba que unos meses después seríamos papás por primera vez. ¿Los sentimientos en ese momento? Una alegría infinita, es algo indescriptible que las palabras no son capaces de explicarlo.
Tal vez me he extendido un poquito más en esta ocasión, pero tampoco me parecía oportuno cortar este capítulo a la mitad. En la siguiente entrada seguiré contando la historia, haciendo especial hincapié en el mes de mayo y, muy especialmente, en la reacción de nuestros padres cuando se lo contamos.
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